jueves, enero 21, 2010

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Era el fuego carnal de mis tardes de invierno,
el motor ideal, ladrón de la paz, defunción del ateo,
el depósito perfecto donde inmortalizar mis deseos,
asesina serial, cementerio letal, finales inciertos.

Era el principio de amar, el final del principio,
el rincón ideal para emborrachar al hastío,
el silbato dictando el final de caprichos prohibidos,
el paisaje del ocaso mortal donde quedarse dormido.

Un día sin lluvía amenazó un temporal de pretextos,
las hormonas al viento consumieron los restos,
se llevó en su coche el invierno un septiembre cualquiera,
me dejó al futuro precoz un olor a primavera de mierda.

Condonó sin dudar mis deudas impagas de celos,
no le importaba cobrar, ni siquiera la mitad de mis pesos,
me dijo: soportá sin sumar el vacío post derroche de besos,
con suerte podrás rimar, has ahorrado silencios.

Me contaron que al siguiente verano junto al mar,
canciones de cuna la vieron cantar, "receta ideal",
conservaba mi anillo de ciego, el glamour de sus pechos,
la cartera de navidad pordiosera, un hostal sin su techo..

Los amores que te hacen temblar conservan espinas,
el cuerpo suele recordar donde no se mentía.
No se olviden que la adicción muere contigo.
No se espanten si el corazón extraña el domingo.

Un día volvió con sus ojos de amor, su razones de ombligos,
elegí no sentir, refugiándome en la farsa del orgullo cobarde;
con el corazón roto, los deseos intactos, el miembro parado,
un enorme tarado embriagado de su autoestima muy alto.

Los amores que te hacen temblar conservan espinas,
el cuerpo suele recordar donde no se mentía.
No se extrañen encontrarme mas temprano que tarde en sus días inquietos.
No pretendo negar a la compañera ideal para volvernos viejos.

Es el fuego carnal de mis tardes de invierno,
el depósito perfecto donde inmortalizar mis deseos;
es el principio de amar, el final del principio
el paisaje del ocaso mortal donde quedarse dormido.

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