lunes, octubre 11, 2010

Anonimato...

una parte del capítulo 2...



-          “El chico de su amiga”, eso dijo, el chico de su amiga-
-          ¿Cómo?
-          Eso que ahí me dí cuenta de lo que era el anonimato. Ya no era más Nicolás o Tanque, primero, y después sí, el hijo de tal o cual, el primo de tal o cual, el novio de tal o cual.  No, ahora era “el chico de su amiga”, como podría haber sido el compañero de facultad, el de la remera negra, las zapatillas claras, el de anteojos,  el flaco, el alto y después si había tiempo y algún interés podía llegar a ser Nicolás, nunca mas Tanque.
-          No entiendo
-          ¡Cómo que no entendés! ¡yo podía ser cualquiera!

Bueno en realidad el anonimato, como todo, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas. En esos tiempos me invitaron a jugar un campeonato de fútbol en ciudad universitaria, ésa fue la primera vez que me molesto el sentido de no pertenencia. Sabés lo que fue para mí, que había jugado desde los 8 años en el mismo equipo de amigos, diez, quince tipos que sin hablarse ya saben de que juega cada uno, cuales son sus limitaciones, cuales sus virtudes, cuales juegan con pasión, con inteligencia, cuáles con oportunistas, cuales son suplentes y cuales titulares. No hay nada mas lindo que jugar con tus amigos, si se agarrarían a trompadas en la calle por vos y después preguntarían por qué como no van pelearla al lado tuyo por hacer un gol. Pero en fin te decía, yo jugaba en esos días en el campeonato de la facultad-

 Llego el primer día:

-          Flaco, vos de que jugás – me dijeron
-          Está perfecto! ¿que te iban a decir?, ¿rubias o morochas?
-          No entendés de que te hablo, definitivamente no entendés
-          Yo puedo ser un poco boludo pero vos salís con cada cosa

¿Sabés hace cuanto que no me preguntaban de que juego? ¿Y que no me decían flaco?
Ya no era Tanque, era el flaco. Había perdido identidad. Era el anonimato. 

-          ¿Sabés que le dije?
-          No –
-          De nueve. Juego de nueve

Nunca en mi puta vida había jugado de nueve yo. Nunca. Yo era un cinco con menos despliegue que quite, con más visión de juego que juego propiamente dicho,  y menos gol que Saturno  - ¡Te acordás de saturno! – eso sí ordenaba al equipo, y hacía todos los relevos como corresponde,, un intelectual del fútbol jajaj, casi un incomprendido!. A lo sumo era arquero cuando faltaba el titular y me las arreglaba bastante bien. Pero nueve, delantero, goleador; ¡Nunca! Y ahora podía serlo.
.

Me costó te aseguro que me costó adaptarme a que no me miren por la calle, a que las conversaciones tengan presentación. Vos pensá que en los pueblos la gente no se presenta, en principio porque ya se conoce, y si no se llegara a conocer nunca lo admitirá porque rozaría el insulto, el anonimato. Me costaba, te juro que me costaba, porque incluso en la facultad cambiaba mucho de compañeros y salvo cuatro o cinco amigos que supe hacerme el resto eran anónimos. Podía saber a esa altura su nombre, pero no su pasado y eso los convertía simplemente en eso, un nombre.
Me costó aprender a conversar sin datos previos, a entender que nada se daba por sobreentendido, me costó preguntar, aprender a preguntar, aprender a no ser antipático sin pecar de chismoso o intrometido, me costó aceptar que no era yo sino lo declaraba, me costó aprender que hay cosas que podés hacer y que la gente no se entere, me costo…pero también aprendí a tomarle el gusto...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno!!!!!!!!!!

Duncan / Agustín dijo...

Grax a quién lo haya comentado!

Puntos cardinales

Al oeste de mi almohada el epitafio sobre las huellas de tus besos, al este el maldito acertijo de pasar las noches conmigo; el re...